Literatura

En los tiempos de La Vía Láctea

Esta mañana he tomado café. Usé la taza blanca con calaveras de colores, esa que me recuerda a Teotihuacán y no sólo porque literalmente hablando dice eso en forma horizontal. Me recuerda a cuando estuve encima de la Luna contemplando al Sol. Recordé cuando deseé quedarme ahí todo el tiempo. Ojalá hubiera sido así. Probablemente, fueron apenas un par de horas y cómo me dolió que transcurrieran tan rápido. Fue ahí cuando entendí algo que ya sabía: el hubiera no existe, pero cómo pesa. Me gusta el café sin azúcar. Ya no recuerdo desde cuándo empecé a beberlo así. Sabe bien, como si la edad adulta fuera agradable. El café hace ameno cualquier detalle, cualquier momento. Casi me sentí feliz.

Anoche tuve un sueño que ya no debería tener. Fue tan real, incluso el frío de esa tarde nublada. Qué gracioso despertar y notar que no ocurrió: yo todavía no sé si alegrarme o no, porque a decir verdad aún no decido si fue un mal sueño. Lo que sí es cierto, es que duele extrañar un sueño. Duele un poco más que cuando se extraña a alguien en particular, porque además de extrañar a una persona, también se extraña algo que quizá jamás va a ocurrir. Y eso cuenta como herida doble.

Creo que la Vía Láctea y yo tenemos algo en común, entre otras cosas. La mentira. Lo vi en mi película favorita y lo repito: cuenta como mentira cuando te engañas a ti mismo. Sé que mentí, pero lo peligroso de todo es que no sé exactamente en qué. Es como si no me conociera. Y precisamente por eso, somos tan pero tan iguales.

Una vez me llamaron Radical, por la canción. Me gusta mucho. Suena exactamente como el 2001, aunque yo la escuché mucho después. También me dijeron que Universo, mi canción favorita, es como yo. Literalmente, yo soy esa canción. Y cuánta razón.

Me falta el DVD del Unplugged de Zoé. En su lugar, hay un espacio vacío, junto al CD. Creo que nunca se va a llenar.

Hay cosas que no se pueden olvidar, hay otras que no se pueden ignorar. Los recuerdos son apacibles siempre y cuando una quiera que sean así. Los buenos y los malos se mezclan y es difícil distinguir cuál es cuál. Hay palabras que van a doler por mucho tiempo y el dolor será disipado por un momento. Siempre va a continuar ahí. El corazón parece ser inmune a todo lo malo que dice la razón. Eso cuenta como traición.

He escuchado la lista de canciones que se acumularon en todos estos años. Todas duelen, pero también se sienten muy bien. Son una historia, son infinitas. Son algo así como un amanecer rojizo. Tan único y tan lejano y a veces tan frío, como el café en la taza de calaveras de Teotihuacán.

Mood: El único.

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