Literatura

Enero

No puedo evitar pensar en lo que fue de mí hace exactamente un año. Literalmente hablando, ha pasado una vida y cómo me gustaría decir que para bien.

Enero es el recordatorio perfecto de cuán miserable puede ser una persona adulta. Yo, específicamente. Si pudiera definir este mes, sería algo así como un lunes (irónico, cuando hace un año yo solía jurar que me encantaban los lunes). Pero para dramatizar un poco, podemos dejarlo como un lunes después de un puente o una semana deliciosa de vacaciones. Como si el último cuatrimestre del año fuera un fin de semana con puente incluído, porque claro, los mejores días y las mejores cosas, se van rápido. Enero es frío, largo, aburrido, tienes que hacer las cosas que menos te gustan porque vaya, si no las haces, no comes y si no comes, ya te jodiste. Y no hay nada peor que un adulto promedio en una ciudad caótica sin comer. Duro, ¿cierto? Pero mentira no es.

Enero pesa y no sólo por lo económico. Nadie tiene dinero (maldito, maldito aguinaldo que nos hace perder el control como animales). Pesa también por la falacia de convertirse en mejor persona. El tiempo pasa, el presente se convierte en pasado en un parpadeo y el futuro se pone peor.

Recuerdo cómo empecé el 2023: Borrachísima, saliendo de un tugurio de mala muerte (ufas, pero qué ambientazo, me cae), pero flotando y no sólo por el alcohol. Tenía ilusión, pues. ¿Me entiendes? Por un momento, pensé que las cosas saldrían bien.

Pero como de costumbre, me equivoqué. No pasaron ni seis días para darme cuenta que las cosas iban mal, muy mal. Y fue ahí cuando comencé a perder cosas. Vamos, ¿quieres que te hable más claro? En enero, perdí la ilusión y en febrero, mi trabajo. Lo peor vino después, cuando comenzaron las pérdidas de personas que me hicieron entender que mis problemitas dramáticos no eran más que eso, dramáticos. Que hay cosas que en verdad pueden doler mucho más de lo que puedo expresar en esta página y que eso no es garantía de que las cosas vayan a salir bien.

Sé que no ayudo mucho, pero no puedo evitar preguntarme qué o a quiénes perderé en este año. Porque la vida es así. Ojete y efímera. Pierdes familia, pierdes amigos, pierdes una ilusión, una promesa, pierdes tu trabajo, pierdes las ganas de salir a divertirte, pierdes la juventud, pierdes lo que sea. Y a veces, no siempre se puede regresar a eso.

Por eso, es que este enero me pesa más que los demás. Ya no quiero ni pensar en el panorama oscuro del porvenir (si es que lo hay), no quiero ni pensar en las fechas, cumpleaños no celebrados y aniversarios que se avecinan y la cosa pinta peor. No quiero enfrentarme a todo esto. Pero mucho me temo que no hay opción.

De verdad, deseo que enero pase tan rápido que no se sentirá más que un parpadeo. Pero en el fondo yo sé que incluso esa es una vil mentira.

La rola de Enero

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